Es un día frío, acompañado de un sol que parece de utilería. El viento corta la cara y los autos transitan a grandes velocidades por Américo Vespucio frente la calle Rapallo. Esa es la vista del noveno piso del edificio El Portal del Golf, donde reside Raquel Correa, la periodista de las entrevistas a la hora de almuerzo y testigo del “dedo acusador” de Ricardo Lagos. Una vida paralela a la historia de la televisión en Chile.
Siempre con cuestionario en mano y lista para interpelar a las figuras emblemáticas del país, Raquel Correa recuerda sus años de trabajo audiovisual, esa pantalla chica que pasó del blanco y negro al color. Con unos minutos de retraso aparece en su departamento y no queda más que empezar un pequeño viaje por su vida y su inesperada carrera de periodista.
Raquel era la octava hija del clan Correa. Al ser estudiante del internado Sagrado Corazón de Santiago, pasó sus primeros años y fines de semana en la hacienda Higuerillas de Lontué. Conocida como rebelde y obstinada, las tablas captaron su atención, pero esa profesión nunca fue aceptada por su familia.
Su pasión por las humanidades la llevó a estudiar Psicología en la Universidad de Chile. Sin embargo, las letras con las que soñó, cada día estaban más distantes de las estadísticas psicológicas y “como el rayo de San Pablo en un almuerzo familiar”, menciona Correa, escuchó una palabra que cambió su futuro: Periodismo.
Así comenzó su búsqueda por estudiar la profesión que llevaba solo tres años en el país. Recién casada, con un pie en la psiquis y el otro en el micrófono, estudiaba las dos carreras a la par. Finalmente, el peso de las letras fue mayor y dejó a Freud en el olvido. “El Periodismo me fue agarrando cada vez más. ¿Qué? No sé. Me identificó más, porque soy curiosa y me gusta conocer gente”, cuenta la reportera.
Un improvisado inicio televisivo
El tiempo pasó rápido y sin notarlo se convirtió en una periodista titulada y con experiencia, lista para enfrentar el nuevo escenario. Cinco años habían pasado desde la primera transmisión televisiva en el país. Pero el corto alcance, la escasez de aparatos y la negativa del Presidente Jorge Alessandri para promover el nuevo medio, retrasaron su llegada a todos los chilenos. El medio que un día inició sus transmisiones en el canal de la Universidad Católica de Valparaíso, y más tarde en la Pontificia de Santiago, comenzaría su masificación sólo en 1962 con un evento de gran magnitud: el Mundial de fútbol.
Alessandri dirigía a un país que se movía al ritmo del rock and roll y la agitación social, un Chile disconforme salía a la calle en busca de mejores sueldos y menos inflación. “El rock del Mundial” sonaba en boca de Los Ramblers, mientras el país preparaba sus estadios, calles y aeropuertos para recibir a las selecciones de todo el mundo. “En ese momento jamás imaginé que trabajaría en televisión”, comenta la entrevistadora Raquel Correa.
Las huelgas de estudiantes, médicos y profesores cambiaron las pancartas de protesta por carteles de aliento a los 20 elegidos. Los hinchas partían al Estadio Nacional y quienes no podían hacerlo, tenían los relatos de Julio Martínez por las radioemisoras. Fue ahí cuando la televisión hizo su entrada triunfal, en lo que Raquel Correa denomina “una experiencia inolvidable”.
Pero tener uno de esos aparatos no era tarea fácil, eran costosos y grandes, la proporción per cápita era baja y ver televisión se convirtió en una instancia de reunión social. Los Correa no fueron la excepción. “En mi familia somos 12 hermanos y había sólo una hermana que tenía televisor. Todos nos juntábamos en su casa para ver el Mundial, sentados en el living y en el suelo". ¿Quién pensaría que años más tarde Raquel sería una de las protagonistas de la pantalla chica?
Ella tenía experiencia en radio y en prensa. Casada, titulada y con trabajo. Era reportera en la revista Vea y el televisor era sólo un medio de entretención y reunión familiar. Al medio que después fue sustento y hogar, lo rememora hoy con la nostalgia del recuerdo. Es ahí cuando volvemos a su living actual en Las Condes, con sillones floreados y una colección de patos en la mesa de arrimo. Sentadas en el sofá revivimos los años mozos de la ya histórica entrevistadora.
A finales de ‘60, Raquel Correa se insertó en el medio televisivo. "Las mujeres también improvisan", fue el programa radial de Cooperativa en respuesta al televisivo "A esta hora se improvisa", una batalla de género que puso los ojos del 13 en las avezadas féminas. “Yo era la de menos linaje ahí, pero a los pocos días me llamaron para hacer entrevistas sola. Nunca supe porque me eligieron”, cuenta la periodista siempre risueña, que nunca esperó recibir una oferta.
Así se convirtió en la nueva carta del Canal 13, antes señal 2. La oferta era clara: “Me dijeron que hiciera entrevistas una vez por semana después de almuerzo, pero sin tocar temas políticos”, comenta la periodista que empezaba sus días en pantalla.
El escenario televisivo de los 70’s
Eran tiempos de pocas cámaras y escasas cintas, que más de alguna vez fueron grabadas encima. La escenografía era pobre y el equipo pequeño. La tecnología importada que estaba a años luz de las producciones actuales, caracterizaban el trabajo en los canales. “Eran programas más independientes y libres, ni soñar eso sí con la condiciones de ahora. Eran misérrimas en esa época”, comenta Raquel.
La tranquilidad nunca fue parte del contexto. Un gran cambio se veía venir, los universitarios movilizados y las nuevas reformas daban cuenta de un ambiente agitado. La Reina Isabel II visitó el país y Eduardo Frei Montalva lo dirigía, mientras la Unidad Popular cobraba cada día más fuerza. “Sin pedirle permiso a nadie empecé a entrevistar a políticos a esa hora y llamó mucho la atención. Invité a muchos personajes políticos entre ellos el General (R) Carlos Prats y el mismo Presidente Frei”, afirma orgullosa de su trayectoria Raquel Correa.
“Cuando Salvador Allende llegó al poder, la política era un tema inevitable, dentro de un ambiente muy tenso”, relata la reportera. En el canal la situación no era diferente. “La señal no llegaba a todos los sectores del país y cuando llevé a la señora Tencha, primera dama en ese entonces, andaban todos los funcionarios protestando contra el Gobierno en la calle, era una tremenda manifestación". El tiempo al aire pasaba y no podía obviar las exigencias del Canal, fue ahí se le ocurrieron “dos preguntas ingeniosas” define ella:
- ¿Cómo se ha sentido en esta entrevista?, dijo la periodista.
- Bien, muy bien gracias, respondió la señora Tencha.
- ¿Le habría gustado que la vieran en todo Chile?, mencionó con suspicacia la entrevistadora
- Claro, por supuesto, dijo la Primera Dama sin pensar en las consecuencias de aquella respuesta.
“Con eso me gané un ocho, porque el problema del Canal era que no llegaba a todas partes”, relata feliz recordando el emblemático momento junto a la esposa de Allende.
De cara al Periodismo en dictadura
Los brillos del sol se reflejan en la cordillera, ese es el paisaje reflexivo que la periodista tiene desde su departamento. Un tecito de hierbas, muchas risas y un constante viaje al pasado es el panorama de la tarde. “Ya pasaron los quince minutos”, dice entre seriedad y broma, mientras intentamos alargar los segundos de historia que recién llegan a la dictadura.
El fenómeno mediático de la televisión cobraba más fuerza de la mano de la historia. La Moneda en llamas, Augusto Pinochet con banda presidencial y los 'Chicago Boys' en la instalación de un nuevo sistema económico fueron las huellas iniciales de un cambio más. En esa época Correa cometió, a su juicio, “uno de los errores más estúpidos de mi vida”, con su cambio al canal del Estado.
“Era una tontera, con unas restricciones enormes”, afirma dando cuenta de las primeras privaciones en su profesión. Un formato familiar de entrevista en la tarde que no logró perdurar. “Era un programa con el dirigente de los pequeños empresarios, Rafael Cumsille. Él era uno de los líderes a favor del Golpe de Estado, pero se lanzó con la política económica. Gritaba, lloraba, era un escandaloso y no hallaba como moderarlo. Al poquito tiempo me echaron”, relata dichosa por el hecho que la privó de trabajo durante dos años.
- Queríamos hablar con usted, para decirle que el programa no se ajusta a los intereses del gobierno, comentó uno de los militares a cargo de la señal, cuyo nombre nunca supo.
- ¡Qué bueno!, porque yo tampoco me ajusto a los intereses del Gobierno. Yo hago periodismo, no política, dijo con los ojos brillosos y riendo.
Volvemos al presente, mientras la tarde declina y los claros de sol se hacen más escasos ante el invierno santiaguino. Es momento en que la Raquel de hoy revele su ir y venir por las estaciones durante las primeras décadas de televisión, con sentimientos encontrados ante la oferta programática actual basada en la farándula.
En 1988 Raquel pasaría al horario prime, junto a Lucía Santa Cruz y Roberto Pulido. El programa se llamaba “De cara al país” y presentaba a los distintos actores de la sociedad en una fluida conversación. Con la dictadura encima, el espacio era “un respiro hacia la nueva etapa de transición”, define ella. Un Chile pre-plebiscito que esperaba con ansias el cambio de mando, siempre con el temor que Pinochet no cumpliese el cometido.
El invitado más recordado fue el entonces presidente del Partido Por la Democracia (PPD), Ricardo Lagos Escobar. Nunca antes se había enfrentado a las cámaras, por eso su discurso despertó sospechas, pero el político nunca iba sin preparación y tras semanas de largos ensayos con periodistas en un improvisado set, llegó al Canal. Así pasaron los dos primeros bloques. “El miró la hora unas dos o tres veces, esperando el momento oportuno, yo creo que me escogió a mi como víctima, porque era menos brava que Lucía”, menciona Raquel Correa.
- ¿Qué pasaría la noche del NO?, preguntó la periodista.
- El inicio del fin de la Dictadura, y más importante, creo indispensable que en ese momento el país tenga claro que habremos impedido que el General Pinochet esté 25 años en el poder […] me parece inadmisible que un chileno tenga tanta ambición de estar 25 años en el poder. ¡Chileno alguno, nunca ha estado así!, dijo un enrojecido Lagos a su identificada cámara tres.
- Señor Lagos. Señor Lagos. ¡Señor Lagos! ¡Ricardo!, dijo la periodista quien ya no sabía cómo mantener la calma en el set.
En ese momento el ex Presidente de Chile puso su mano frente a Correa para que guardara silencio y exclamó: “¡Excúseme Raquel, pero hablo por 15 años de silencio!”. Así recuerda ella uno de los momentos más tensos en televisión (video disponible aquí). “No tengo sentimientos de culpa por no haberlo callado, porque era incontrolable. Lo había ensayado, sabía qué decir y cómo”, dice la periodista. Con la libertad de expresión en juego, el futuro del programa fue corto. “Nos van a echar decía yo, y dos programas después lo hicieron”, cuenta la ex panelista del 13.
Su trayectoria en la televisión no ha sido corta. Sus programas variaban según el contexto político y social en los temas, estilos y restricciones. Hoy, con diez años fuera de las pantallas, la invade el desencanto ante el nuevo periodismo chileno. “Si bien era difícil hacer periodismo en dictadura, también era estimulante. Ahora en democracia viene la tontería y está bien, pero no puede ser que todo el país hable solo de eso”, comenta Raquel.
Sin horarios de oficina que cumplir “me encanta ir al supermercado es una de mis actividades favoritas, pero siempre me preguntan: ¿por qué no está televisión?, y yo les digo, porque no estoy para escotes”. Ofertas no le han faltado, Televisión Nacional y Canal 13 ya entregaron propuestas, pero ahora no es tiempo de pantalla.
Es intransable la tranquilidad del cuerpo D en El Mercurio. El trabajo es solitario y silencioso, asiste a sus pautas los días lunes a las 11 de la mañana, saluda, se despide y se va. “Siempre lo he hecho así. Me deja sola, pero me da más tiempo para trabajar y vivir”, comenta la también autora del libro Ego sum Pinochet.
Los segundos fueron compasivos y los quince minutos iniciales se convirtieron en una hora de recuerdos. Del té de hierbas no queda nada y es la hora del adiós. Raquel Correa debe ir a escribir para enviar su trabajo y luego huir fuera de Santiago, mientras la pantalla chica vuelve al baúl de los recuerdos. “Yo nunca busqué la política, eso llegó a mi por casualidad, pero yo sé que mi trabajo fue un aporte a la sociedad. Aunque para mí, la historia se escribe con letras de molde”, concluye.
Entrevista realizada en 2008.